30 ene 2018

Escapadas: un día en Valladolid

Aprovechando la conexión que Ryanair ha puesto en marcha entre Sevilla y Valladolid, por tan solo 30€/pax cogimos un vuelo ida y vuelta para conocer Castilla y León, en una travesía de varios días que nos llevaría por Valladolid, León y Burgos

Tras un vuelo muy breve, llegamos al Aeropuerto de Valladolid-Villanubla, ubicado en la localidad que le da nombre, Villanubla. Este aeropuerto no es muy grande, ya que desde 1938 fue usado como base aérea militar principalmente.  

Salimos a la calle y ya empezamos a notar el frío en el breve trayecto hasta el autobús del aeropuerto, que por 1,40€/pax nos llevó hasta el centro de Valladolid, justo al lado de un parque a la orilla del río Pisuerga, con lo que comprobamos la certeza del dicho popular, "tan cierto como que el Pisuerga pasa por Valladolid". Así es.


El alojamiento

Fuimos andando en un paseo agradable aunque con mucho frío hasta el alojamiento que habíamos reservado, una habitación triple en el Hotel Roma por 60€ la noche. El hotel está bien en general, sin grandes lujos pero con lo necesario para pasar la noche sin problemas. Muy bien situado, en pleno centro, y muy calentito, que por esas latitudes es algo que se agradece. 



Primeros pasos por Valladolid

Comenzamos el paseo dirigiéndonos hacia la Plaza Mayor, en la que vimos la Casa Consistorial y un pintoresco edificio del Banco Santander. Al ser día laborable y por la mañana había poca gente pero con el tema de la Navidad por la tarde se convertía en un lugar muy vivo con gente por todos sitios. 

Con el mapa que nos habían dado en el hotel nos dirigimos hacia la Plaza Fuente Dorada, en la que se ubicaba una oficina de turismo, pero al llegar había un cartel en la puerta que decía que estaba cerrada permanentemente y que había que dirigirse a otra. Y eso hicimos, fuimos conociendo Valladolid en dirección a esa oficina de turismo. 

En esa búsqueda, nos adentramos por la calle Teresa Gil en dirección hacia la Plaza España, pasando por delante de la iglesia de San Felipe Neri y haciendo una parada en una gran panadería llamada El Mercado Del Trigo, donde compramos un pastelito y empanada de morcilla para comer por el camino. La verdad es que era raro comerse eso tan temprano pero la realidad es que estaba muy buena y además sentó bastante bien al cuerpo para entrar en calor.


Seguimos por la misma calle y pasamos por delante del Convento de Porta Coeli, del siglo XVII, y por la puerta del Museo Pedagógico de Ciencias Naturales, ya dando a la Plaza de España, en la que estaba a pleno rendimiento el mercado.

Para la Plaza de España da la portada de la iglesia de Nuestra Señora de la Paz, un templo construido en los años 60 que para quien no es de Valladolid y no está acostumbrado a verlo sorprende bastante al encontrarlo integrado como si fuese un edificio más en la ciudad. Según dicen, tras su construcción, hubo muchas voces que no aprobaron su estética debido a este hecho.

Seguimos el paseo por la calle Miguel Iscar hasta la Plaza de Zorrilla, en la que destaca el edificio de la Academia de Caballería, que llegó a la ciudad a mitad del siglo XIX trasladada desde Alcalá de Henares. Dentro del edificio hay un museo en el que ver armas, documentos, etc.

El parque urbano más grande de Valladolid

Justo frente a la Academia está la entrada principal al Parque Público Campo Grande, el más grande de la ciudad, construido a finales del siglo XVIII con otro nombre, el "Campo de la verdad", pero con la misma finalidad: ser un lugar de descanso y ocio dentro de la ciudad.


 

Además del agradable paseo que dimos, pudimos ver a una ardilla subiendo por los árboles, también pavos reales andando a sus anchas por el parque, pajareras con aves exóticas y palomares. Muy recomendada su visita para evadirse un poco de la ciudad.


En uno de los laterales del parque estaba la oficina de turismo en la que nos informaron sobre qué ver y hacer por Valladolid. Allí también hicimos la reserva para una visita guiada nocturna a la torre de la Catedral de Valladolid, que nos costó 5€ por persona.

Volvimos al casco antiguo y pasamos por el Centro Comercial Las Francesas, que es como una plaza con comercios y tiene en su interior una iglesia, la de las Francesas, propiedad del Ayuntamiento. Este antiguo templo es usado para conciertos y actos culturales, y en Navidad ponen un Belén en su interior.

La Catedral de Valladolid

Continuamos el paseo hacia la Catedral de Nuestra Señora de la Asunción. Este templo fue construido en el siglo XVI. Se proyectó para ser la catedral más grande de Europa pero la falta de recursos hizo que se quedara a algo menos de la mitad de su desarrollo, lo que hace que se la conozca como "la inconclusa". Está concebida sobre la antigua colegiata del siglo XIII.


Al pie de la Catedral, como era época navideña cuando fuimos, había un mercado de artesanía en forma de galería, con su calefacción y todo. La verdad es que con el frío que hacía fuera era muy acogedor estar dentro viendo los distintos productos que ofrecían los comerciantes. De hecho en el rato que estuvimos alguna cosa vimos que compramos más tarde.

Continuamos el paseo para buscar un lugar en el que almorzar y pasamos por delante de la iglesia de Santa María de la Antigua, un templo de como mínimo el siglo XI que estéticamente llama mucho la atención. 


Aprovechamos para echar unas fotos y seguir el camino hasta la iglesia de San Martín, que también data del mismo tiempo aunque fue una ermita en sus inicios. 

Y también pasamos cerca de la Plaza de la Universidad hacia la que nos desviamos para ver la portada del edificio histórico de la Universidad de Valladolid (siglo XVIII).


Hora de almorzar

Paramos a comer en un bar conocido como Bar Venta del Fraile. Allí pedimos huevo de fraile, picardías, empanadilla picante, capricho de monja, surtido de croquetas y jijas con patatas, todos los imprescindibles de este lugar. Eso con varias copas de vino y su tapita correspondiente, nos salió por 31,70€. Todo muy rico y un trato muy amable de la señora que nos atendió, un lugar que recomendamos.



Visita al Museo Nacional de Escultura

Bajamos por la calle de las Angustias y vimos unos restos de la antigua muralla de la ciudad, de camino hacia el Museo Nacional de Escultura, en el que vimos la exposición permanente de esculturas, retablos y otros elementos religiosos.

El Museo está compuesto por tres edificios, la Casa del Sol, en la que se puede ver una colección de reproducciones artísticas, el Palacio de Villena, donde se encuentran las exposiciones temporales y el Belén napolitano, y el Colegio de San Gregorio (1496), que fue el que visitamos (3€/pax la entrada), en el que se encuentra la colección de escultura de los siglos XIII al XVIII. 


Muy recomendada su visita. El edificio está perfectamente acondicionado y a la entrada te dan un mapa de las distintas salas que componen la muestra para que no te pierdas. Hay que resaltar los detalles del edificio como los muros, los techos, los patios, etc.


Sobre el contenido de la muestra, para no extendernos mucho en explicaciones destacaremos el retablo mayor de San Benito el Real, y pondremos a continuación algunas fotos de las distintas salas.









Dentro del museo también vimos una sala dedicada al mundo cofrade, en la que pudimos ver varias tallas que procesionan durante la Semana Santa de Valladolid.


La Torre de la Catedral

Al salir del museo fuimos hacia la Torre de la Catedral, en la que teníamos reserva para una ruta nocturna guiada. Pese a que la Catedral, según el proyecto iba a tener cuatro torres como se puede ver en la maqueta, solo llego a tener dos y una de ellas sufrió un derrumbamiento en 1841, por lo que solo quedó una en pie, que es la que íbamos a visitar.

Esta torre está muy reformada y tiene dos ascensores en el interior que facilitan mucho la visita, que comenzó en la planta baja con la explicación de la guía para ponernos en situación y ubicarnos en los distintos contextos históricos en los que fue construyéndose y modificándose la Catedral.


Según íbamos subiendo el frío y el aire iban en aumento, y pudimos tener varios puntos de vista de la vida nocturna en la ciudad. Había un ajetreo tremendo se mirase por donde se mirase, se notaba la Navidad.

Seguimos subiendo y más arriba apreciamos las distintas fases de construcción en los tipos de piedra, que estaban marcados con indicaciones de los años en los que se desarrolló cada momento de construcción. También vimos las campanas, de las que la guía nos explicó la historia, procedencia y funcionamiento.

El momento álgido (o más bien helado) de la visita llegó al subir arriba del todo, alrededor de una gran estatua del Sagrado Corazón de Jesús

Desde allí pudimos ver la ciudad en todas las direcciones, ya que el mirador rodeaba toda la estatua y tenía varios puntos desde los que hacer fotos. Además la guía nos hizo una descripción completa de todos los monumentos y lugares que se podían ver desde esta posición tan elevada. Muy recomendada la realización de esta visita.


Empezamos a bajar haciendo parada en los mecanismos del reloj de la torre, explicándonos también la guía su funcionamiento. Y vimos la famosa "Matraca", una caja que al darle vueltas suena como un martilleo constante. De hecho su nombre viene del árabe "mitraqa" que significa martillo, y "táraq", que significa golpear. Este artilugio era utilizado en Semana Santa durante el oficio religioso de las Tinieblas, debido a la prohibición de usar campanas.

Y para cenar...

Al llegar a la calle nos fuimos a buscar un lugar para cenar y pasamos de nuevo por la Plaza Mayor, un lugar rebosante de vida en aquellos momentos de ajetreo navideño. Había gente, música, luces y alegría por todos los rincones de la plaza, y eso que hacía bastante frío.


Pasamos también por un lugar llamado Mercado del Val, en el que había varios comercios abiertos para cenar, pero no era exactamente lo que buscábamos, así que nos dimos una vuelta por dentro y volvimos a la calle.

Finalmente encontramos un sitio para la cena, un bar muy conocido por los premios que han obtenido sus tapas a lo largo de los años.  Se trata de Los Zagales, un bar que estaba llenísimo pero que queríamos conocer.

Conseguimos hacernos hueco en la barra y pedir varios de los clásicos del lugar: el Obama, el Tigretostón, el Tierra mar y aire, el McChurro, y para completar la cena una brocheta de rape y una ración de setas.





Todo esto junto a varias copas de vino nos salió por 43,50€, que para ser tres personas y tapas de premio no está nada mal. Para salir un poco de la rutina de plato típico es un lugar recomendado, pero para almorzar igual por cantidad se queda un poco corto.

Siguiente parada: León

Al día siguiente nos dirigíamos hacia León en tren, que nos salió el trayecto por 18,10€. Fuimos andando hacia la estación por un lateral del Parque Campo Grande, llegando a la Plaza de Colón un poco antes de la estación.

Allí nos paramos a tomar unas últimas fotos al monumento a Cristóbal Colón y esperamos a que llegara el tren mientras buscábamos un rayo de sol de la mañana que nos diese algo de calor.


De vuelta a Valladolid

A los tres días volvimos a Valladolid desde Burgos para hacer noche y coger al día siguiente el avión que nos llevaría de vuelta a Sevilla. Repetimos en el Hotel Roma pero en esta ocasión en una habitación familiar en vez de triple, que estaba rebajada a 52€ la noche, era más amplia y salía mejor que los 60€ de la triple. Era un poco viejunilla pero tenía dos habitaciones independientes, un baño grande y un televisor gigante. Aquí unas fotos:




Salimos para cenar y tomar algo y acabamos en un lugar llamado Pasaje de Gutiérrez, que toma el nombre de su promotor, un comerciante que encargó su construcción en 1885 al arquitecto Jerónimo Ortiz de Urbina. Este tipo de pasaje comercial era muy típico en la Europa del siglo XIX aunque visto hoy día parece que está hecho para los tiempos que corren, con un toque muy hipster en todo. Un lugar agradable para tomarse una copa o comer algo. Si tienes un ratito te recomendamos visitarlo.

Por último nos dimos una vuelta por la noche vallisoletana y nos fuimos a dormir, ya que al día siguiente volábamos hacia Sevilla de vuelta y teníamos que madrugar para coger un taxi, ya que los domingos el bus del aeropuerto sale a una hora que llega al aeropuerto cuando el avión ya ha salido. Sí, sí, como lees, no tiene sentido, pero así es. En vez de gastarnos 4,20€ en el bus nos tuvimos que gastar 25€ en el taxi, ya que era la única opción que había. Pero para no acabar con mal sabor de boca la noche, vamos a compartir una gran escena que nos dejó Valladolid.

Al día siguiente, antes de que llegara el taxi con el que habíamos concretado, fuimos a desayunar a El Mercado del Trigo, donde al llegar nos habíamos pedido la empanada de morcilla. Un domingo a esa hora era de lo poco que había abierto y como cuando llegamos nos dio buena impresión, repetimos.


Allí nos tomamos 2 cafés y un té y tres tostadas con aceite y jamón. La tostada para lo que estamos acostumbrados no era muy grande, y con un solo pan, pero el jamón estaba MUY bueno. Además, con el café ponían un trocito de bollería para ir abriendo boca. Sin duda un buen final para el viaje.

¡Un saludo!

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