28 ene 2016

Escapadas: un día por Atenas

Viaje exprés desde Roma hasta Atenas, excursión de un día en toda regla, pero a otro país, aprovechando una buena tarifa de Ryanair en la que ida y vuelta nos costó 50€/pax. Salimos muy temprano, a eso de las 6:20 y nos vino perfecto porque en poco más de 2 horas nos encontrábamos en la capital griega.

La comunicación desde el aeropuerto hasta el centro es perfecta. Desde allí tomamos el metro, que tarda 45 minutos en llegar a la Plaza Syntagma (Plaza de la Constitución). El precio del billete es de 14€ por persona ida y vuelta. Es más caro que el autobús, pero las salidas son más frecuentes y la duración del trayecto sin duda es mucho menor.

Tras bajar del metro, nos damos cuenta de que tooooodo en Atenas es tan barato respecto a Roma...que nos da pena no haber pasado más noches aquí.

Vamos dando un paseo por el vistoso barrio de Plaka, repleto de tiendas de souvenirs y conocido por el "barrio de los dioses", por estar ya tan cercano a la Acrópolis. En este barrio vimos la iglesia de San Agios Eleftherios (siglo XIII) de estilo bizantino, justo al lado de la Catedral de la Anunciación de Santa María (siglo XIX) aunque no la pudimos ver bien porque estaba en obras. Fue realmente emocionante irnos acercando, y ver cómo, a lo lejos, despuntaban las ruinas adivinando la entrada a la parte alta.
También paseamos por la Ágora romana, pero al estar el día lluvioso había bastante barro y era complicado moverse sin mancharse demasiado.

Tras picar varias veces en los variadas tiendas de recuerdos fuimos ascendiendo a la entrada de la Acrópolis. fue muy agradable el paseo, en callecitas acogedoras, con muchos turistas que iban hacia el mismo destino.

Tuvimos suerte, y es que ese día la entrada era gratuita, por lo que nos ahorramos 12€ cada uno. A medida que subíamos y divisábamos los Propileos la emoción iba aumentando. La arquitectura monumental de la ciudad es simplemente impresionante, y eso que solo podemos ver ruinas. 

Fuimos paseando por la "ciudad alta", disfrutando de las distintas edificaciones tales como el templo de Atenea Niké, los restos del Teatro de Dionisos, del Odeón de Herodes Ático, el magnífico Erecteión y, como no, el imponente Partenón.



Sensación difícil de describir al ver Atenas desde arriba e imaginar cómo debió ser en su día la ciudad en todo su esplendor. Si sueñas un poquito y cierras los ojos igual te imaginas los destellos del yelmo y la lanza de la Atenea Promacos, la cual estaría situada a la entrada de la ciudad y daría la bienvenida desde lejos a los marineros cuando se acercaran por el Cabo Sunión.
Dejamos la emotividad a un lado puesto que el día estaba feíllo y queríamos ir a comer y al museo.

Rápidamente subimos al Areópago, llamado así porque allí fue juzgado Ares por asesinar a Halirrotio, que había violado a la hija del dios. Fuimos bajando hacia el Ágora, disfrutando de las vistas de la Estoa de Átalo y del Templo de Hefesto, entre otras edificaciones.


Este espacio fue ocupado por varias culturas: helenos, romanos, bizantinos y otomanos, por lo que encontramos restos de todos ellos. Podemos señalar la iglesia de los Santos Apóstoles, que destaca entre las demás ruinas por pertenecer al arte bizantino.
Según íbamos bajando pudimos disfrutar de unas bonitas y turísticas vistas de la Acrópolis.


Como ya era hora de comer nos dirigimos al cercano barrio de Monastiraki, plagado de lugares donde poder probar la genial gastronomía griega. Nos decidimos por el Gyristroula. A priori, uno de tantos. Pero salimos muy satisfechos.

Pedimos un poquito de todo: tzatziki, dos gyros con extra de feta, una botella de retsina, souvlaki y, para ponerle la guinda, un baklavas, un halvas y sus dos chupitos de ouzo. Todo por 24.80 €. Toooooodo muy rico y rapidísimo.
Había que ponerse en marcha para ir al Museo de la Acrópolis, paseando por la ladera que rodea la Acrópolis desde abajo. De nuevo vistas increíbles.

La entrada al museo fueron 5€ por persona. Este no es el museo donde inicialmente se encontraban todas las piezas. El anterior estaba en la misma Acrópolis pero se quedó pequeño y decidieron trasladarlo fuera, inaugurándolo en 2009. Teníamos poco tiempo pero lo aprovechamos bien. No nos quedó muy claro si podíamos tomar fotos o no, puesto que en algunas salas te lo prohibían y en otras la gente se tomaba fotos mientras los de seguridad sonreían. 

Había piezas que conocíamos de haberlas visto en fotos y libros de arte y, de nuevo, volvemos a emocionarnos ante ellas. Como destacar, hay muchísimas esculturas dignas de mención pero personalmente señalaría las Cariátides.


Poder observarlas de cerca es sencillamente impresionante. Ni qué decir tiene que las de época arcaica tales como las diversas korés o el Moscóforo son una auténtica delicia para los amantes de la cultura clásica. Finalmente, en la Sala del Partenón, pudimos ver los restos de los frisos y metopas, situados de forma que parezca que estamos paseando por el alrededor del genial edificio.
Con muchísima pena debimos abandonar el recinto para irnos a coger el metro que nos llevaría de vuelta al aeropuerto. De pasada pudimos ver el Templo de Zeus, que fue el más grande de Grecia en las épocas helenística y romana, constando de 104 columnas corintias. Al ver el solar que ocupaba podemos imaginar la magnitud de la construcción.
Tomamos el metro y llegamos al aeropuerto para coger nuestro avión de vuelta a Roma. Recomendamos encarecidamente esta visita, sin duda de las que no te puedes perder al menos una vez en la vida. Por cierto, muy buena la sensación de viajar en avión sin más equipaje que el de haber pisado suelo heleno.

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